Dónde estaría el rescoldo que aún ardía
que a la mínima que el viento sopló prendió.
Dónde estaría la ceniza aún caliente
que al roce de su mejilla encendió.
Dónde, el verso callado; dónde, la ahogada prosa
que al aparecer entre la niebla la poesía surgió.
Dónde, el deseo dormido y la sonrisa muda
que al aroma de su beso el corazón tembló.
Como tembló la arena bajo sus pies,
al arrastrar el agua de la marea
el efecto de aquella resaca.